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La larga espera

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"Luego regresaron a sus casas por sus propios medios y allí siguieron esperando. Casi setenta años después el coronel seguía esperando" (García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba) La espera en la mayoría de los casos, por no decir en su totalidad, la espera resulta estéril en tanto que la suspensión de la felicidad queda para otro momento, mientras que para el sufrimiento y todo lo que implique dolor, parece existir más disposición. La postergación de la felicidad nos agobia, sino es hoy, ¿cuando? cuando ya no existan las fuerzas para luchar o cuando la voluntad sea vencida por la rutina dolorosa, quizá... La vida es un camino tan corto que "la espera" se puede convertir en un laberinto sin salida, sólo cuando aparece la voluntad vivificante de hacer valer cada momento como trascendente y como legado a las futuras generaciones es cuando le ganamos la disputa al sedante dolor que nos acostumbra a lo poco y nos aleja de lo humano. La trascendencia no es de

¿Vale la pena sufrir?

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Existen muchas voces y tratados que sustentan el valor del sufrimiento como una causal de valor para una próxima vida o para algún otro beneficio menor, sin embargo, la vida contiene un valor intrínseco como única e irrepetible; del mismo modo todos los hombres y mujeres de este mundo en algún punto hemos tocado el dolor en alguna de sus formas,tal manera que me surgen tres preguntas preliminares: ¿que beneficio trae el sufrimiento?, ¿nos ayuda el sufrir?, ¿a Dios le gusta que suframos?. Cuando hablo de sufrimiento, hablo de una prolongación programada de la voluntad humana de continuar el tiempo la sensación de dolor por uno o diferentes motivos. Existen dolores naturales, como el provocado por una caída a un mismo nivel, o el dolor que se siente ante la muerte de un familiar o un ser querido; aquí hablamos del sufrimiento como primera premisa de vida, tan exaltado por personas que lo levantan como su carta de presentación, casi que se presentan diciendo: aquí estoy y sufro mucho. Pre

¿Vale la pena sufrir?

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Existen muchas voces y tratados que sustentan el valor del sufrimiento como una causal de valor para una próxima vida, sin embargo, la vida contiene un valor intrínseco como única e irrepetible, pero todos los hombres y mujeres de este mundo en algún punto hemos tocado el dolor en alguna de sus formas, me surgen tres preguntas preliminares: ¿que beneficio trae el sufrimiento?, ¿nos ayuda el sufrir?, ¿a Dios le gusta que suframos?. Cuando hablo de sufrimiento, hablo de una prolongación programada de la voluntad humana de continuar el tiempo la sensación de dolor por uno o diferentes motivos. Existen dolores naturales, como el provocado por una caída a un mismo nivel, o el dolor que se siente ante la muerte de un familiar o un ser querido; aquí hablamos del sufrimiento como primera premisa de vida, tan exaltado por personas que lo levantan como su carta de presentación, casi que se presentan diciendo: aquí estoy y sufro mucho. Presento tres premisas: 1.-La vida es una, 2.- Vive el día al

des-comprometiendo

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En esta civilización ha surgido una forma de "valor" que provoca no pocas amarguras, porque su extensión es tal, que cuanto más grande más ahoga, y sin embargo su efecto narcótico nos hace concentrarlo cada día más, se trata del "sobre-compromiso". De ninguna manera se habla aquí de una tendencia anárquica de la existencia humana, ya probada en la antigûedad por los "Cínicos"(antiguos filósofos que practicaban el sensualismo como forma de vida y el subjetivismo individual como distinción de su pensamiento)y que poca profundidad posee; lo expresado aquí va de la mano a una posición más sincera de la condición humana, debido a que la existencia de cada persona es muy simple, lo complicado lo coloca cada pensamiento ajustado a un compromiso, sobretodo con otros. Un compromiso es un pacto honesto, pero también es definido clásicamente como "un acuerdo formal en donde una persona se obliga a cumplir algún término propuesto como acuerdo", y debido a